Respuesta divina obtenida por los medios oficiales de adivinación de una religión.
Constestación que las pitonisas y sacerdotes de la gentilidad pronunciaban como dada por los dioses a las consultas que ante sus ídolos se hacían.
Lugar, estátua o simulacro que representaba la deidad cuyas respuestas se pedían.
Los oráculos podían referirse tanto a cuestiones de interés público como privado, y las respuestas de la divinidad consultada eran interpretadas por un sacerdote, sacerdotisa o cuerpo sacerdotal especializado. Los centros oraculares eran los templos o lugares consagrados a la divinidad o divinidades oraculares reconocidas oficialmente, o bien el espacio sacralizado por el augur para cada consulta. Las respuestas divinas podían ser verbales (pronunciadas a través de pitonisas o mediums) u obtenidas indirectamente por la interpretación de ciertos signos, naturales o provocados. Entre los griegos, romanos y germanos, los oráculos influyeron extraordinariamente en el desarrollo político y social de sus pueblos. En la Roma imperial las funciones oraculares eran desempeñadas conjuntamente por un magistrado y un augur utilizando sistemas de origen estrusco. En Grecia, además de los oráculos de Dodona (consagrado a Zeus) y de Delfos (Apolo), fueron famosos el de Olimpia y el de Epidauro, consagrado a Zeus y Asclepio, respectivamente; pero el dios oracular por excelencia fue Apolo, señor de casi 30 de ellos. Los oráculos extáticos germanos se practicaban bajo los auspicios de Odín, pero eran preferidos los de interpretación de signos (movimiento de nubes y aves, hepastocopia, etc.) practicados por los druidas.
bibliografia diccionario enciclopédico Salvat Universal 15º ed 1981